miércoles, 9 de julio de 2014

A modo de presentación

A lo largo de la historia, un sinfín de episodios le restregaron cruelmente a la humanidad que, por mucho que  propenda a ella, la intuición puede no ser el mejor camino para conocer el universo. Toda cosa existente se reviste de dimensiones y procesos de una complejidad que nunca alcanzaremos a abarcar de forma absoluta.
Definitivamente el homo sapiens, el quinto gran simio, es un animal que innatamente se procura conocimiento, una herramienta evolutiva que se desarrolló inicialmente sólo para sobrevivir y escapar del limbo evolutivo. Pero era sólo un pequeño comienzo: aún hoy, el camino del autoconocimiento recién ha comenzado.
En ese marco, no encuentro mejor ocasión que darle una cálida bienvenida a todo aquel que ingrese y lea. Lejos de esperar correspondencia de ideas, lo que más pretendo es que sea un espacio de reflexión, especialmente la que se suscita en el disenso.
Será éste un escenario de información, relato y opinión sobre algunas áreas (para quien escribe) cautivadoras del conocimiento ligadas, sólo por citar ejemplos, a la astronomía y la evolución. Por otra parte, se buscará confeccionar un contexto apropiado, ya que la erudición debiera encontrar un desarrollo pleno en todos los individuos y, querido lector, usted sabrá apreciar que de ese contexto nos separa un océano, por ahora penosamente infranqueable.
Pese a las enseñanzas encarnadas en torno a ideas apócrifas como el geocentrismo o el aislamiento de los humanos respecto de los demás animales, el grueso de la población continúa tendiendo a la superstición ¿Qué forja esta peligrosa coyuntura?


Estableciendo un juicioso determinismo, nunca podrá ser evaluada como síntoma de la voluntad del individuo su propio embrutecimiento, tiene que haber algo que lo empuje a ello. Si fuera de otra manera, la humanidad no podría haber llegado hasta aquí. Está por demás claro si se atiende a uno de nuestros constituyentes más indispensables y generales, inclusive compartido con otros simios, que es ni más ni menos nuestra curiosidad homínida.

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